En la furtiva alba,
de esta madrugada,
besé tus labios,
y bebí de ellos
el temblor de tu boca.
Has dicho mi nombre
en el claro de la mañana,
mientras buscabas, presuroso,
un labio de mis labios,
para entregarme en un beso
tu alma de niño.
I al besar mi boca
sentí tu corazón de hombre,
que sostenía mi cuerpo
convertido en mi dueño.
Entonces me dije:¡ estoy a su merced¡
Suyai
Edith Moncada
D/R
Chile.
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