
En un instante, tan sólo uno
mi vida se cruzó con la muerte.
Como un haz de locura una sombra maldita
envolvió mi ser.
Atrevida y sin ápice de indulgencia
me vi desnuda, desvalida e indefensa.
Agolpándose furiosa la sangre desbocada
nubló mi vista.
Un grito de terror
ahogó mi llanto, y como un choque de témpanos
sentí crepitar mis huesos.
Al alzar la vista volví a sentir la daga punzante,
mi vida escapaba gota a gota,
y sin embargo no había herida visible.
Un fuego abrasador quemaba mis sienes
una tormenta de nieve congeló mi voz.
El silencio a gritos despertó mi locura,
y abrazada, arrodillada frente a lo que no estaba,
un susurro ahogado selló mis labios.
Había muerto aquella tarde ,
mi sangre fluía,
la luna presurosa se ocultó.
En la sombra de la tarde subrepticia
se ocultó mi dolor.
Afuera; voces y risas
de un mundo que ya no me pertenecía.
Creció de tal forma mi dolor ,
que una ráfaga de viento
mi cuerpo ocultó.
Aún punzaba la herida y,
comprendí.
Había muerto a la vida,
mi cuerpo aniquilado,
inmóvil permaneció,
y de vez en cuando ,
cuando una brisa me trae ese dolor,
vuelvo a morir como aquella tarde
que mi alma me dejó.
Edith Suyai copyright Chile
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