sábado, 19 de marzo de 2011

Aquella tarde


En un instante, tan sólo uno

mi vida se cruzó con la muerte.

Como un haz de locura una sombra maldita

envolvió mi ser.

Atrevida y sin ápice de indulgencia

me vi desnuda, desvalida e indefensa.

Agolpándose furiosa la sangre desbocada

nubló mi vista.

Un grito de terror

ahogó mi llanto, y como un choque de témpanos

sentí crepitar mis huesos.

Al alzar la vista volví a sentir la daga punzante,

mi vida escapaba gota a gota,

y sin embargo no había herida visible.

Un fuego abrasador quemaba mis sienes

una tormenta de nieve congeló mi voz.

El silencio a gritos despertó mi locura,

y abrazada, arrodillada frente a lo que no estaba,

un susurro ahogado selló mis labios.

Había muerto aquella tarde ,
mi sangre fluía,
la luna presurosa se ocultó.

En la sombra de la tarde subrepticia

se ocultó mi dolor.

Afuera; voces y risas

de un mundo que ya no me pertenecía.

Creció de tal forma mi dolor ,
que una ráfaga de viento
mi cuerpo ocultó.

Aún punzaba la herida y,

comprendí.

Había muerto a la vida,

mi cuerpo aniquilado,

inmóvil permaneció,

y de vez en cuando ,

cuando una brisa me trae ese dolor,

vuelvo a morir como aquella tarde

que mi alma me dejó.





Edith Suyai copyright Chile

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