
Nuestras vidas se encontraron
en las puertas de una primavera.
Como aromas de jazmín y madreselvas
nos envolvió la tarde.
Tus manos y mis manos se cogieron
atrevidas,
y en un gesto unísono,
besamos nuestros labios
por vez primera.
Mi corazón se encendió
como una hoguera,
y extasiada me subyugué
a esos labios que me hicieron
su prisionera.
Mi vida y tu vida se unieron
como dos ríos,
encausados locamente,
corrieron a prisa por la tierra,
estaba escrito que aquella tarde
la muerte se hizo más cerca.
Tú sangre y mi sangre corrieron
empapando la vida,
bebimos de un sorbo la vida entera,
esa tarde y ese instante
nos arrancó la pureza.
Un hielo abrasador me dejó ciega.
Suyai copyright Chile 2011
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