domingo, 6 de marzo de 2011

A morir


Mi alma agonizó
aquella tarde
mil años ya.
En silencio e invisible
me alejé cabizbaja.
Se desprendieron para siempre
de mi boca,
esos besos,
sus besos.
Indefensa,
me volví tímida,
olvidada.
Se desmigajó mi ser
gota a gota se vertió
mi sangre.
Su silencio retumbó
en mis oídos,
y la llama del dolor
envolvió mi cuerpo.
Desde ese día,
el dolor me hizo su dueña,
envistió a matar y
logró su cometido.

Suyai copyright Chile 2011

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